UN EMAIL DE CONTACTO

Para que no parezca que quiero hacer publicidad para agradecer el detalle, contaré la historia sin nombres ni apellidos. Sin fuentes. Como si fuera un confidencial.

El caso es que hace unos días, tal vez abducido por el aroma consumista navideño, estaba ojeando la web de una empresa que fabrica cierto artículo que bien puede pasar como regalo. Como estaba especialmente interesado revisé la página con más interés de lo habitual (es decir, leyendo las secciones tipo Ayuda, Contacte con nosotros...) y detecté un error en el contenido de la web. Y como no tenía nada mejor que hacer (qué triste), les mandé un email avisándoles del pequeño despiste, con la única motivación de que mi mensaje sirviera para que la página fuera mejor de lo que ya era.

Mi (agradable) sorpresa vino al día siguiente. Mi mensaje a la empresa tenía respuesta: No sólo me daban las gracias por avisarles del pequeño despiste que albergaba su portal corporativo, sino que además me regalaban un lote del producto que ellos fabrican, para lo que me pedían una dirección postal donde mandármelo.

Sinceramente, que me llegue el lote o no es lo que menos me importa ahora mismo (no se trata de un concesionario de automóviles, no es un coche lo que me regalan...), lo más importante es la sensación de que he mandado un mensaje útil, la idea de que "detrás" de ese email de contacto verdaderamente hay PERSONAS con las que CONTACTAR. Y lo han hecho, han contactado para darle al marketing ese carácter social del que, paradójicamente, dependen ahora las empresas en una sociedad en red: en un entorno tecnológico, quienes traten a sus clientes como personas llevan ventaja.

Para saber más: El Tren de las Claves (Cluetrain Manifesto).

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